En los tiernos inicios, tu belleza y nuestra conexión lo eran todo. Mi universo entero (y el tuyo) giraba en completa y profunda dedicación; amanecía y recibía la noche de la misma forma, concentrada en nutrirte, acariciarte, cuidarte, velar por tu crecimiento. Todo en una sintonía perfecta de amor.
Tus años de escuela y ocurrencias me han hecho sentir orgullosa. La forma en que destacas en los deportes, las bellas artes y cuánto me ayudas en casa. Tus narraciones roban toda mi atención y me hacen palpitar fuerte el corazón.
Me pregunto qué sucederá cuando ya tus palabras sean escasas y tus decisiones cada vez más independientes de las mías, cuando en la búsqueda de tu identidad no quieras parecerte mucho a mi. Cuando descubriendo tu esencia, tus ojos se vuelvan desafiantes. Cuando cesen las notitas de amor y artesanías hechas con tus pequeñas manos para agradarme.
Prometo no asustarme, no abandonarte, dejar que Dios responda tus más profundas inquietudes y aquiete tus temores. Prometo seguir a tu lado, aunque te deje estar a solas, prometo ir a ese lugar llamado ORACIÓN y desde ahí pedir para que tu vuelo sea alto, digno y que siempre quieras volver a nuestro universo, donde bastará una mirada para conectarnos de nuevo.
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